Amor y ascenso social

En la columna “Macho dijo la partera” que sale por Verdes y Frites, sobre el rol de las masculinidades de la mano de Tincho Suárez, hoy hablamos del amor, el ascenso social, y el origen del “Sugar Daddy”

Las historias que nos forman desde la infancia y durante toda nuestra vida hablan siempre o casi siempre de amor. Las películas destinadas a público femenino hablan del amor como protagonista, mientras que las destinadas a público masculino el amor sucede como acompañamiento, en segundo lugar, si es que sucede. De esta misma manera el amor en la vida de las mujeres tiende a ser central en sus decisiones de vida, abandonar una carrera por amor, mudarse de país o dedicarse en tiempo completo a ser complemento de alguien más.

El amor de estas mujeres es socialmente valorado por su sacrificio pero estas mismas situaciones si son protagonizadas por un varón suelen ser tildadas con descalificativos como, boludo, pollerudo, etc. En los hombres el amor es corrido a un lugar secundario para que puedan ser productivos y funcionales a la sociedad que genera capital. A nadie se le ocurre decirle a un varón que es buena idea que abandone sus estudios por ir en busca de alguien al otro lado del mundo. Las mujeres están condicionadas para sentir que están viviendo su película de amor, que a ellas sí va a funcionar y que sus deseos más primarios van a hacerse realidad, que van a ser felices por y para siempre. Sus amigas podrán ponerse en alerta, sus madres también, pero reprimen sus sentires por miedo cortarles la posibilidad que ellas también desearon para sí mismas. Para los hombres esto es receta para un fracaso monumental. Vos ocúpate de vos que el amor llegará, en cambio para las mujeres, ese es el amor único e irremplazable, su media naranja que está dejando ir por no animarse.

Ascenso social
En este mundo capitalista buscamos el ascenso social o, si ya estamos en una posición privilegiada, obtener más de lo que ya tenemos. Para las mujeres la figura del sugar daddy es una promesa de ascenso social mucho más directa y “fácil” que otros caminos. Pocas princesas de Disney son de la realeza por sí mismas o por herencia, en realidad obtienen ese título de sus príncipes. María la del Barrio y la gran mayoría de las telenovelas muestran un ascenso social de ellas gracias a que consiguen un marido millonario. Los héroes modernos rescatan a sus doncellas de la pobreza, ya no más de las fauces del dragón.

Entonces el amor, para las mujeres, se convierte en una herramienta para el ascenso social instalado en el imaginario colectivo. Para los varones, el ascenso social viene de su lado productivista, su capacidad para hacer lo sacará de la pobreza. Nosotros no tenemos sugar mamis. Aunque en la realidad haya ejemplos, esta figura no crea un imaginario colectivo tan fuerte como lo hace con nuestro “par complementario”. Desear un marido que las mantenga sigue vigente para ellas. Y la figura del sugar daddy no solo es aceptada sino altamente valorada, son modelo a seguir para muchos varones. En cambio, las sugar mamis, de las pocas que existen, no son bien vistas, mucho menos modelos a seguir. Aun las mujeres que no buscan un sugar daddy, buscan que sus parejas sean económicamente estables. Lo que para los hombres es un mandato de productividad, para las mujeres es un aspecto de deseabilidad, un hombre productivo, ambicioso y con dinero es deseable, así el arquetipo de masculinidad se sostiene por ambos lados. Entonces, en esta paradoja patriarcal, los hombres sabemos que para conseguir amor debemos tener plata y las mujeres para tener plata deben tener amor.
Los hombres recibimos advertencias sobre las mujeres que solo nos quieren por nuestro dinero, son caza-fortunas, y debemos tener cuidado porque son solo ambiciosas que nos quieren estafar. Las buenas mujeres ofrecen solo amor, a cambio de nada. Es interesante como producimos historias que se convierten en fábulas que sirven para advertirnos entre nosotros de los peligros de las malas mujeres. Ellas son brujas, sirenas, arpías, etc. ¿Existen seres míticos que adviertan a las mujeres sobre los peligros de cierta tipología de varón?
La dependencia económica para las mujeres es ese monstruo mitológico que deberían crear para que huyan de él. El canto de sirena que oyen las mujeres habla de amor (también de ascenso social como vimos), y terminará por ponerlas frente al verdadero animal que las devorará, la dependencia económica, que establece una asimetría de poder tan alta que hace posible los maltratos y que habilita a los varones a hacer lo que les dé la gana porque les provee impunidad.

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