El ambiente y los nuevos desafíos en la era negacionista

En Verdes y Frites una vez al mes hacemos un programa especial dedicado al ambiente al que llamamos «Planeta B». Acá, junto con Gabriel Mazzei, problematizamos aquello que tiene que ver con nuestro modo de habitar el mundo, de pensarnos politicamente y de consolidar las discusiones que hacen a nuestro futuro. Hoy: Nueva Temporada – Nuevos desafíos

Salimos del estupor. Rompemos la burbuja. Volvemos y nos sumamos a la batalla cultural

Los medios nos muestran por dónde pasa el debate, es decir: el ambiente es invisible a los ojos. Y el ecologismo es impensable; es una idea, o un cuerpo de ideas, que no puede plantearse hoy en ninguna mesa de discusión política porque lo que apremia es el hambre. En Planeta B, este año, arrancamos 10 o 20 metros atrás de la largada. Realmente es poca o nula la preocupación por el objeto/sujeto Naturaleza.

El gobierno se está encargando de construir un ambiente hostil, un ambiente propicio para la destrucción que pregona. El discurso de odio es la narrativa con la que construye un otro que es entorno en tanto persona y en tanto cuerpo ajeno, y que es un objeto odiable. Entonces la constitución del individuo-que-odia / individuo-que-domina se lleva todo puesto, incluyendo a quien piensa distinto o a quien (o lo que) directamente no piensa, o no lo demuestra, o que no puede comunicarse con palabras, como un árbol o un carpincho. ¿Qué debería hacer el movimiento ambientalista frente a la catástrofe política que vivimos?

El movimiento ambientalista en nuestro país está desarticulado. Los y las mayores referentes tienen una actitud muy reactiva, muy del tweet, de la indignación. Muy argentina, o sea, digamos. Tenemos cuatro años para mejorar. Tenemos cuatro años para permear al movimiento nacional y popular con las ideas del ecologismo y entender que nosotros, nosotras, nosotres también somos ambiente de La Libertad Avanza. También hay que explicarles qué es, para nosotres, la libertad, y asumirnos como ambiente de quien piensa distinto, incluso de las cabezas-termo.

¿Cómo se planta el ambientalismo frente al vaciamiento estatal? ¿Se pueden pensar políticas ambientales desde un Estado neoliberal? ¿Son compatibles las ideas de protección de la biodiversidad, mitigación y adaptación al cambio climático, con la idea de un Estado cada vez menos presente? ¿Es útil un ambientalismo organizado sin que participe de la política tradicional, o sin la estructura del Estado? ¿Nos sirve pensarnos desde una supuesta superioridad moral al resto de las ideologías políticas? ¿Sirve hoy, pleno siglo XXI, un ecologismo apartidario (por no decir “apolítico”)?

Glaciares, incendios, plaga de mosquitos. Caos. Nos gobierna un gobierno y un clima impredecibles. Y pasa todo junto. Y es paralizante. ¿Qué podemos (o debemos) aportar, desde el ecologismo, a las discusiones que nos atraviesan?

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