“No seas Maricón”: Los insultos como instrumento de manipulación

En la columna “Macho dijo la partera” que sale por Verdes y Frites, sobre el rol de las masculinidades de la mano de Tincho Suárez, problematizamos sobre los insultos como instrumentos de manipulación.

La palabra puto es el instrumento de manipulación masculina más poderoso que hay, que lo ordena y alinea con la estructura patriarcal. Todos los hombres tienen o han tenido miedo de ser percibidos como maricones. Este es un miedo estructural, independientemente de la sexualidad, y se da principalmente en la infancia y la adolescencia. Es la etapa de mayor aprendizaje de nuestro comportamiento social y es el momento de nuestro despertar sexual. Todos todo el tiempo estamos siendo observados en nuestro comportamiento a ver si no incurrimos en un gesto o una acción que pueda ser interpretada como femenina. Y somos observados también por todo el mundo, pero sobre todo por las figuras de afecto y, más específicamente, padre y amigos varones. Corregir una conducta feminizada es un “acto de amor” para quienes nos consideran parte de la cofradía. Se puede traducir en un “revisa este punto débil porque podes ser atacado por el enemigo por este lugar”. Paradójicamente somos más violentados por nuestros seres queridos que por supuestos enemigos.


El insulto es un arma, pero para que una palabra duela hay que cargarla de sentido negativo primero y trauma después. El miedo en realidad no es a ser maricón, es a que nos humillen, nos excluyan, a ser objeto de burla o directamente a la violencia, porque así está socialmente aceptado y promovido que se trate a los maricones. La palabra maricón funciona como acusación, como la palabra bruja en época donde se quemaban a las mujeres que se salían de la norma. Rápidamente hay que salir a desmarcarse porque se nos viene el fuego encima.
Decirle maricón a un varón activa un dispositivo de violencia en el receptor del insulto, que no es otra cosa que un protocolo de defensa. Decirle maricón a un varón es un desafío al combate. Un desafío que debe ser tomado para demostrar públicamente que uno tiene honor masculino y “se la banca”.
Estos códigos se aprenden a través del juego, aprendemos que es “divertido” hacer que el otro se enoje y comenzar una pelea en tono de juego. Activar en un grupo de amigos este dispositivo de chiste hacia uno de sus miembros funciona como aprendizaje lúdico. Observamos, analizamos y aprendemos cuál es la mejor forma de desmarcarse. Y la respuesta para nada sorprenderse es: la contestación más violenta es la más efectiva. Por eso aprendemos a ser violentos como forma de protección (entre otras razones). Nadie nace violento, la violencia se aprende y es en los contextos más hostiles donde mayor violencia se necesita para sobrevivir. Una vez aprendida replicamos la violencia en todos los contextos independientemente de si son hostiles o no.
El insulto es un instrumento represivo, grita un “¡¡no seas esto!!”. Analizar los insultos de los que somos víctima los varones puede tener un efecto revelador de la manipulación patriarcal y capitalista. Boludo, vago, negro de mierda y maricón. ¿Hacia donde nos direccionan estas palabras? Hacia una identidad capacitista, productivista, racista/clasista y heterosexual. Y si estas palabras nos duelen es porque hay trauma; y si funcionan es porque es “más fácil” esforzarse y alinearse al sistema que aguantar el golpe y/o frenar la hostilidad.


Pero la palabra maricón no se usa solamente para definir al varón al que le atraen otros varones, se ha ido extendiendo tanto que también es sinónimo de debilidad, cobardía y feminidad. Se ha convertido en todo lo que no debemos ser, es un cúmulo de características que no debemos tener y de comportamientos que no debemos cometer. Podríamos decir entonces que la palabra puto es al varón patriarcal lo que la palabra pecador es al cristiano. Es una palabra que quema y, cual cristianos que pecan, todos nos sentiremos en falta si no logramos erradicar nuestra parte femenina del cuerpo.
Todos tenemos o hemos tenido algo de femenino que extirpar, nacemos hipervulnerables, y eso es considerado femenino, enseguida se nos impone un proceso de empoderamiento, insensibilidad y retirada de la vulnerabilidad. Pero somos seres sensibles por naturaleza, cualquier varón que quiera conectar con su sensibilidad está en riesgo. Por eso muchos hombres ocultan o matan parte de sus deseos, intereses o pulsiones. Por eso cada chiste de putos nos da una vuelta más a la soga que llevamos atada al cuello. A medida que crecemos aprendemos a no pisar en falso, aprendemos a no ponernos en riesgo y eso va diluyendo poco a poco ese miedo estructural. Para entonces ya hemos autorreprimido muchos deseos. Pero el trauma queda, y la respuesta violenta condicionada nos acompañará siempre y se encenderá automáticamente si algo la activa.

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