Bullrich: 30 años cobrando del Estado y hoy se cree revolucionaria

Columna de opinión. Gaston Venturi, Secretario General SUTEPA seccional Mar del Plata.

Durante décadas, la política argentina fue el paraíso de los eternos. Los mismos apellidos, los mismos cargos, las mismas bancas, los mismos sueldos del Estado reciclados una y otra vez. Entre ellos, una figura que hizo del Estado su hogar permanente.

Primero fue diputada nacional. Después, secretaria de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios. Luego, ministra de Trabajo. Luego, ministra de Seguridad Social. Más tarde, diputada otra vez. Después, ministra de Seguridad, dos veces. Finalmente, senadora nacional.

Un currículum armado enteramente con cargos estatales. Una vida financiada por la caja del Estado. Un recorrido que jamás existió por fuera del dinero público.

Todo eso antes de decir su nombre.

Porque esta persona —formada, sostenida y enriquecida por el Estado— hoy repite que “vivir del Estado es fácil”, como si fuera una acusación hacia otros, como si hablara de un vicio ajeno, como si no describiera su propia biografía.

Este personaje es Patricia Bullrich.

Pero el problema no termina en ella. Bullrich es el ejemplo perfecto de una casta política que atraviesa todos los partidos:

Presidentes que juraron cambiarlo todo y dejaron todo peor. Gobernadores que heredaron provincias pobres y las devolvieron más pobres aún. Intendentes que gobiernan sus municipios como feudos familiares. Suplentes que entran por la ventana pero jamás se van. Concejales que hacen de su banca un mueble fijo. Senadores que viven décadas de fueros y discursos vacíos.

En fin Políticos que quieren seguir robando o que de tanta plata que tiene la abstinencia de poder los ciega.

Todos viviendo del Estado mientras señalan con el dedo a quien cobra una jubilación mínima o quien mantiene una familia laburando en alguna reparticiones. Todos acusando “privilegios” desde la comodidad de sus propios privilegios.

Y ahí aparece la frase que desnuda todo: Bullrich diciendo que el PAMI “es una compañía de seguros donde todos los autos chocan”. Esa frase no es torpeza: es desprecio.

Desprecio por los jubilados. Desprecio por los trabajadores que aportaron 30 o 40 años. Desprecio por la salud pública. Desprecio por la vejez. Desprecio por los que ya no pueden defenderse solos.

Hablar así del PAMI no es ignorancia técnica: es desconocer la ley y su autarquia. Es ignorancia moral.

Es desconocer qué significa envejecer en Argentina. Es minimizar el dolor ajeno porque jamás se sufrió esa precariedad. Es jugar con la salud de los otros como si fuera una metáfora simpática.

Y lo más obsceno es ver a alguien que vivió toda su vida del Estado atacar al único refugio sanitario de millones de jubilados.

Eso no es debate: es crueldad envuelta en frases de campaña.

Por eso esta editorial comienza sin nombre:

para demostrar que no se trata de un caso aislado, sino del síntoma de un sistema intoxicado. Pero conviene decirlo claro: cuando alguien que pasó treinta años cobrando del Estado usa al PAMI como chivo expiatorio, no está opinando. Está declarando guerra a los más vulnerables.

Bullrich es una oportunista mas que no se hace cargo que el estado o mejor dicho el 80 % de la clase política que paso por el estado ROBARON directa o indirectamente en el Pami y su vez no informan que desde el año 1994 vienen desfinanciandolo.

Bullrich no es una excepción.

Es la prueba de que la política argentina puede vivir del Estado toda una vida y después tener el descaro de negarles protección a quienes ya dieron la suya.